¡Ya tengo depa en «la gran ciudá»!

Ni yo me la puedo creer. Precisamente un par de días después de que me sucedió la cuasi historia de terror, mi amigo Jorge me dijo que había visto un anuncio que se veía interesante y atractivo, y a pesar de que el precio del depa excedía en 20% el límite superior puesto en nuestro presupuesto, no pudimos resistir venir a verlo por varias razones: 1) la ubicación: está en la Col. Roma, a 11 minutos (ya contamos el tiempo) de nuestro trabajo en pejebujjjjj; a 4 muy cortas cuadras de Insurgentes y a un par de cuadras de la zona rosa lugares de interés cultural 😛 ;). 2) ¡está completamente amueblado!. Y cuando digo completamente me refiero a que hay realmente todo lo que necesitamos, desde lo básico como el refri, estufa, horno de microondas, etc. hasta cosas como la televisión (aunque del año del caldo, pero ahí está), ¡plancha y burro de planchar! (ahora sólo fala quién planche :P) y algunas otras cosas. Genial, ¿no?.

Lo que hizo que finalmente nos decidiéramos por el depa fue que, tomando en cuenta todos los factores anteriores, nos dio el «feeling» de que aquí estaríamos bien y por eso nos embarcamos en la aventura. Hablamos con el dueño, quedamos en que hoy viernes nos veríamos para cerrar el trato y heme aquí: blogueando desde una conexión inalámbrica robada prestada de algún benevolente vecino, pues lo único que falta en el depa es línea telefónica y/o Internet de alta velocidad, pero eso se puede arreglar, ¿verdad? ;).

Estoy muy contento de finalmente haber encontrado lo que parece ser un muy agradable lugar para vivir entre semana en esta horrenda ciudad. Todos me dicen que «ya me iré aclimatando poco a poco», pero yo sigo negado a la idea. Lo importante es que ahora tengo un espacio propio en dónde estar y empezar a desenvolverme, compartido con un excelente amigo (quien espero realmente que me pueda soportar :P). En verdad agradezco infinitamente a Ana, Dani, Sebastián y Ana Sofía (je, si estos dos últimos leen esto será como dentro de unos 5 años, por lo menos) el haberme soportado en su acogedor departamento durante 4 semanas; probablemente las más difíciles de mi vida en esta ciudad (¡sinceramente espero eso!).

Ya veremos qué me depara el destino; mientras tanto, declaro formalmente inaugurada una nueva sección de ImoqLanda llamada «mi vida en chilangolandia«, en donde narraré eventualmente mis aventuras (¡que espero que no sean desventuras!) en esta ciudad olvidada por dios (sic).