Por favor: ¡Ya no más fiestas! (Actualizado)

Estoy cansado tanto física como mentalmente, y eso que las fiestas apenas empiezan; no cabe duda que el acercarme a los treinta me está afectando más de lo que quisiera, ¿será psicológico el asunto?

Esta semana todo empezó el jueves, cuando conocí a Hely y estuvimos en un bar. El viernes hubo una taquiza para agradecer a los participantes de la Semana de la Ciencia y como se esperaba como a 400 personas y sólo llegamos 120, hubo comida por partida cuádruple y como estaba muy sabrosa no me pude resistir. Por la noche vino Víktor (sí, el mismo que me envió los flashes con las «animutations») para estar aquí durante el fin de semana y por la noche salimos a bailar. Regresamos a casa casi al amanecer para dormir unas pocas horas y prepararnos para el gran evento del sábado: la gran posada.

Ariel se la pasó casi todo el día haciendo los preparativos, mientras que Víktor y yo ayudábamos (o estorbábamos) en lo que podíamos. Preparó una gigantesca olla de un soberbio ponche que juré que no se iba a terminar. ¡Iluso de mí!; no sólo se terminó sino que faltó. Alrededor de las ocho de la noche la casa estaba lista y llegaron los primeros invitados. Ya casi para dar las diez, supuse que la posada sería un total fracaso porque habían llegado muy pocas personas (éramos como 15 nada más) y esperábamos a cerca de 50. En algún momento tuvimos una catástrofe eléctrica: nuestra línea de energía se sobrecalentó y nos quedamos sin luz en la casa. Ariel y yo corrimos a cambiar los fusibles y después de varios intentos se reestableció la energía y la fiesta pudo continuar; para entonces había sucedido lo inimaginable: no sólo habían llegado como 50 personas, ¡sino que más!. A esa hora éramos alrededor de 70 y realmente fue agotador andar por toda la casa, atendiendo a tantos invitados y viendo que todo estuviera en orden. Hubo todo lo que una posada mexicana de rigor debe tener: piñata, cantamos la ridícula canción para pedir/dar posada (yo canté a todo lo que daba, ¡qué pena!) y más. Cuando llegaron «las estrellas» que actuarían en esa noche no lo podía creer: Enrique, quien organizó la posada (se supone que sólo habíamos prestado la casa, aunque siempre terminamos haciendo mucho más que sólo eso, pues es imposible no atender a la gente y a los amigos si van a tu propia casa) nos había comentado que habría un show travesti pero no pensé que hablaba en serio: ¡sí era en serio!. Cuando me di cuenta, «los artistas» me pidieron una habitación para arreglarse y vestirse y pues sí, tuve auténticos travestis en casa. Es la primera vez que estoy tan cerca de un travesti y sólo puedo decir que fue muy divertido. Hubo interpretaciones de Edith Márquez, Paulina Rubio y otras dos que ya no recuerdo quiénes son (y no, no fue por el exceso de alcohol sino por mi mala memoria :P). Después del show la fiesta continuó y verdaderamente nos divertimos mucho. A las tres de la mañana se fueron los últimos invitados, a excepción de los que pernoctaron en casa, y yo terminé durmiéndome al amanecer. Hay fotos pero no las tengo listas para subir por ahora, lo haré un poco después.

Ayer domingo debíamos levantarnos relativamente «temprano» (eso quiere decir: antes de las dos de la tarde) porque Daniel, un chico que hace el servicio social aquí en la oficina, nos había invitado a su comida de graduación y ya le habíamos dicho que iríamos, así que aunque estábamos cansados fuimos. El «pequeño detalle» es que la comida era en Iguala, Guerrero, que está aproximadamente a una hora de Cuernavaca manejando a paso rápido y pues todos desvelados y cansados allá fuimos. Nos acompañaron Víktor y Alfredo y a pesar de la lejanía del lugar, valió la pena. La comida estuvo fabulosa, hubo cochinita (no como la yucateca «pibil», sino una especial que preparan en Guerrero) y pollo. Estuvimos ahí un rato con Daniel y emprendimos el regreso a Cuernavaca pues estaba anocheciendo ya. Por la noche fuimos al cine (en un momento más escribo al respecto) aunque se nos ocurrió la «brillante» idea de entrar a las 22:30 a una película que dura como 3 horas, ¡puaj!.

Hoy no hay ningún «plan especial» pero a partir de mañana continúan las fiestas: mañana es la comida de la dependencia en donde trabajo, el miércoles el convivio de la oficina, el viernes unos amigos nos invitaron a Tepoztlán a comer a un lugar nuevo, el sábado la consabida cena de navidad y así seguirán estas interminables fiestas. El saldo, seguramente, será muy, muy malo: mucha comida y nada de ejercicio (la membresía anual del gym ya expiró la semana pasada y habrá que renovarla por otro año :(), además de alcohol excesivo y desvelos. Pobre de mi cuerpo, me va a mentar la madre :(.

Actualización 19:00:

Diego escribió también en su blog una reseña de la posada del sábado.