¡Que me parta un rayo!

¿Cuántas veces has escuchado esa expresión? Yo un montón y también la he usado una que otra vez pero estoy pensando seriamente en dejar de hacerlo, pues en una de esas el deseo se puede volver realidad :P.

Recuerdo que hace varios años ya, por ahí del 2002 (ya llovió, ¿verdad? :P) Ariel y yo vivíamos en Santa Fe (es un fraccionamiento muy al sur de Cuernavaca, no en la Ciudad de México :P) y nos tocó estar ahí en la temporada de lluvias. Quien haya estado en Cuernavaca en dicha temporada SABE que las tormentas eléctricas son algo especial y ese año no fue la excepción. Durante una noche en la que llovía copiosamente, empezamos a escuchar truenos cada vez más cercanos hasta que sucedió: durante alguna fracción de segundo no supe qué pasó; sólo escuché un sonido estrepitoso que me apendejó (perdonen ustedes mi francés :P) y vi una luz cegadora (¡sí! ¡vi la luz! ¿habré muerto? :P) e inmediatamente tanto Ariel como yo sentimos algo que hasta entonces no hemos vuelto a experimentar: la sensación de estar «flotando» en el ambiente, como si el viento se hubiera tornado en una especie de sólido y fuera más pesado, como si pudieras tocar las moléculas de aire, si tal cosa existe. Por supuesto, no «flotábamos» ni levitábamos (¡ja! imagínate nada más), pero esa sensación teníamos. Los vellos de nuestros bellos (jojojo :P) cuerpos se encontraban totalmente verticales, como cuando frotas un globo contra alguna superficie y después lo acercas a tus vellos o cabellos. Este fenómeno duró algunos segundos hasta que todo regresó a la normalidad… o casi.

En cuanto cobré conciencia de lo que había sucedido corrí hacia la computadora que, como toda la vida, se encontraba encendida y conectada a la Internet, por medio de un modem externo de 56.6 kbps (en ese entonces ya había conexiones de banda ancha, pero aún no llegaban hasta la zona en donde vivíamos) y encontré el espectáculo que me temía: fuego en la entrada de la línea telefónica y la computadora apagada. Pues sí, había «caído un rayo» sobre la casa y evidentemente la descarga había afectado la línea telefónica. En esa ocasión «sólo» la motherboard (tarjeta madre) de la computadora se quemó aunque curiosamente el módem no lo hizo (hasta la fecha dicho módem vive por ahí, arrumbado). Ningún otro aparato de la casa sufrió daño alguno, pero nosotros sí nos quedamos con el recuerdo hasta la fecha. Esa fue la primera vez que cayó un rayo sobre la casa en donde vivíamos.

Fast forward al presente: el jueves pasado, ya prácticamente viernes por la madrugada, Ariel me llamó para decirme que estaba lloviendo a cántaros en Cuernavaca, había tormenta eléctrica y el cuarto de Adrián se había inundado pues el agua entró por una ventana de su habitación. Llovía tanto que tuvo que meter a las perritas a la casa, a pesar de que tienen sus propias casas y no se mojan, pero era un verdadero aguacero el que caía. Y volvió a suceder: dice Ariel que, otra vez el ruido estrepitoso y la luz, aunque en esta ocasión no fue blanca sino roja y nunca tuvo la sensación de «flotar» en el ambiente, pero le sucedió otra vez: ¡cayó un rayo sobre la casa!. ¿Cuáles son las probabilidades?. Por ahí escuché que hay una persona a quien le han caído no sé cuántos rayos en la vida y no ha muerto pero eso es algo extraordinario. Por supuesto que en esta ocasión también hubo daños: inmediatamente la computadora de escritorio (sí, siempre prendida y conectada a Internet, ahora por medio de Prodigy Infinitum) se apagó y pues esa noche ya no hubo tiempo de evaluar los daños; se desconectaron todos los aparatos de la casa y Ariel trató de sacar el agua y sacó a las perritas en la madrugada, cuando dejó de llover.

La evaluación de los daños la hicimos el viernes por la noche, cuando llegué a Cuernavaca y entonces me enfrenté a una de mis peores pesadillas: ¡que hubiera perdido la información de mis discos duros!. Pasó por un momento por mi mente literalmente miles de fotos, documentos, vídeos y demás suerte de chucherías tanto personales como de trabajo que guardo en esa computadora. Y es que, claro, los respaldos, pero… ¿qué tan fácil resulta respaldar más de 500 GB de información?. Obviamente no es sencillo. En fin, en esas estábamos cuando noté un comportamiento errático en la computadora: primero no reconocía los discos duros, después sí. De repente entraba a mi Linux y a veces no llegaba ni al grub. Evidentemente no era un comportamiento normal. Por otro lado, el router inalámbrico de infinitum, ése sí que se había fregado, pues se quedaba siempre tratando de detectar el DSL, con el led itermitente. Por la madrugada llamé al «sotorpe técnico 24 horas» (¡pft!) de Prodigy Infinitum y después de estar casi 40 minutos al teléfono en 2 llamadas acepté que no me contestarían por esa noche y me fui a dormir.

El sábado pasado el panorama aún era desolador, pero ya pude pensar más claramente que la madrugada anterior: si la computadora se comportaba erráticamente evidentemente era un problema de hardware y no de sistema operativo, pues a veces ni siquiera llegaba el proceso de booteo a éste. ¿la tarjeta madre? Tal vez, pero improbable… ¿por dónde entró la descarga? ¡claro! ¡la tarjeta de red!. Afortunadamente ésta era una externa PCI y no usaba la interna, integrada a la motherboard (no preguntes) por lo que se la pude quitar sin problemas y.. .¡eso era!. Los de Infinitum finalmente me contestaron, después de hacer una serie de preguntas y pruebas («¿qué versión de Windows usa?» – me preguntaron. «Uso Windows XP», – mentí) me dijeron que «de 24 a 72 horas hábiles se comunicarían conmigo para cambiarme el router». Afortunadamente por ahí en la casa aún rondaba un viejo Speedstream 5200, de esos que no tienen ni wireless y es el que está dando servicio de Internet por ahora, mientras cambian el otro.

Afortunadamente al final de cuentas los daños no pasaron de un router (que ni nuestro es, es de Telmex) y una tarjeta de red pero pudo haber sido mucho peor. Ahora ya tan sólo me pregunto… ¿la tercera es la vencida? ¿cuántos rayos caerán sobre cuántas casas durante toda mi vida?. No lo sé, sólo espero que no se le ocurra a uno de esos caerme directamente en la cabezota… ¡Que no me parta ningún rayo, por favor!

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3 Respuestas

  1. Mr Botox dice:

    Oiga qué se me hace que ud. tiene la bóveda de Rico Mc Pato repleta de monedas en su casa. Por eso atrae los rayos compañero. Saludos…

  2. Angel dice:

    Estimado Sr. pues mire que he llegado a conectar el dia de hoy con su pagina, y puedo entender su experiencia con los rayos, aunque afortunadamente nunca cayo directamente sobre la casa, pero si sobre un arbol cerca de la casa, y es rara esa sensación que describes, pero yo espero no volver a tenerla jejeje, ojala y que no me toque siquiera una segunda, por lo pronto, le sugiero, ¡que no vaya hacia la luz! jejeje Abrazos.
    Angel

  3. www.imoqland.com dice:

    Article783.. Nifty 🙂

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