Bailando por… ¿un sueño?

El domingo por la noche no tenía nada mejor qué hacer, así que después de estar un rato en la computadora bajé a la sala a ver televisión con Ariel. Algunas horas antes habíamos cometido nuestro pecadillo de la semana y nos habíamos ido a comer una hamburguesa (Exxtreme, de Burger King 😛 :D) y mientras lo hacíamos, observamos que el restaurante estaba dividido en dos partes y que la mitad de las personas estaba aglutinada en una de ellas, la otra (en la que estábamos nosotros) se encontraba prácticamente vacía. ¿La razón? El partido de fútbol en el que jugaba la final juvenil México contra Brasil. La gente se emocionaba y nos tocó escuchar dos gritos de «¡goooooooool!» mientras todo el mundo brincaba y celebraba. Pensé que lo que enajenaba a la gente era el fútbol pero después de ver lo que vi por la noche (y que es por lo que escribo esto) ya no estoy tan seguro: lo que enajena a la gente es la televisión en general.

Pues sí, bajé a la sala, como estaba relatando, y Ariel estaba viendo un programa de Televisa: «Bailando por un Sueño«, el cual es transmitido por la televisión abierta desde hace algunos meses, con la novedad de que ahora ya ha empezado la «segunda temporada» (o como sea que le llamen). Este programa se transmite por el canal 2, en televisión abierta, por lo que llega a prácticamente todos los hogares mexicanos. Ignoro si el formato del programa lo copiaron de algún otro (lo cual seguramente es así, pues hay pocos programas con ideas originales), lo que sí sé es que también la competencia de Televisa, TV Azteca, tiene su propia versión del mismo «Bailando por un millón» el cual, según me han contado, es aún más chafa y deplorable que el primero. Yo no podría decirlo, pues realmente no lo he visto jamaś y del primero sólo llegué a ver un poco.

El programa trata de lo siguiente: algunas personas tienen un sueño (todos los tenemos, ¿qué no?; los «sueños» de éstos que he visto son tipo «quiero poner un centro de atención a niños abusados sexualmente» o «quiero poner un consultorio para mi papá» y cosas así) y entonces se inscriben al concurso para que sean seleccionados para bailar junto con una pareja de alguien «famoso». Si ganan, les cumplen su sueño. Oh, sí, porque no serviría de nada si dos personas «comunes y corrientes» bailan, o si dos famosos lo hacen; hay que acercar a los semidioses al pueblo y entonces son los famosos quienes bailan con la gente común y corriente. Una vez que se forman las parejas (ignoro cuántas son), se hace un concurso cada fin de semana en donde un jurado (que consta, dicho sea de paso, por una señora gorda que al parecer es una coreógrafa muy famosa, aunque es toda una perrilla; un tipo que viste de manera extravagante, con un sombrerito tipo Fedora pero que no sabe hablar bien español, aunque tiene toda la cara de mexicano, otro viejito que se ve que no puede con su alma, y por último, Edith González, a quien todo el mundo parece adorar pero que me transmite cierta «vibra» de hipócrita, no sé por qué) les otorga una calificación que presumiblemente va del 1 al 10 de acuerdo a cómo lo hayan hecho. También les dicen en qué creen que se han equivocado y qué podrían hacer para mejorar, o en ocasiones terminan en pleito tipo verduleras con los coreógrafos o los mismos participantes. Entendí que cada semana las dos parejas que quedaron peor calificadas se retan a un duelo de baile, y que el perdedor de éste sale del concurso, por lo que el grupo se va haciendo cada vez menor hasta obtener un ganador. Los ritmos que bailan (o al menos los que bailaron el domingo pasado) son Salsa y música disco, aunque en ocasiones pareciera que eso que hacen sobre el escenario es todo menos bailes de los ritmos mencionados.

¿Y cuál es el meollo del asunto? Mantener a la gente pegada a la televisión los domingos por la noche, por supuesto. Ganar rating y tener mucho material para esos programas «de entrevista» (léase: de chismes) y sobre todo, hacer que la gente «vote» por sus favoritos por medio de sus teléfonos celulares (móviles, para la gente del otro lado del charco) o de casa, a precios estratosféricos y que reditúan una enorme ganancia para la empresa, claro está. Todo un negocio redondo, oh sí. Lo que realmente fastidia y que ha provocado que nunca más vuelva a ver el programa (al menos no completo) es la cantidad de anuncios comerciales que pasan entre baile y baile. Dura un baile un par de minutos y entonces debes esperar unos 10 minutos más para ver el siguiente. ¿De qué se trata el asunto? ¡Señores, no todo el mundo tiene el tiempo para estarlo perdiendo frente al televisor todo el domingo por la noche! Podrían hacer un programa mucho más corto, claro está, pero «necesitan» sus patrocionadores anunciar cosas que no me interesan cada 5 minutos. Olvidaba por qué no veía televisión abierta :P.

Finalmente, de los «famosos» a quienes vi el domingo, sólo pude reconocer a Sergio Mayer, Pilar Montenegro (casualmente ambos ex Garibaldis), Gabriel Soto, Silvia Pasquel y ya no recuerdo quiénes más. Siempre he sabido que la televisión abierta es un fastidio, tanto por los anuncios comerciales como por la calidad de los programas aunque ésta no está garantizada ni siquiera en la famosa «televisión de paga». ¿Entonces cómo se va a entretener el pueblo? ¿Se van a poner todos a leer? Por supuesto que no sucederá, y mientras tanto todo el mundo se tiene que tragar cualquier basura que los medios decidan aventar al aire.