Visita a las Lagunas de Zempoala, disco y pastel: cumpleaños número 29 de Ariel

Tal y como lo había anticipado, éste fue un fin de semana ocupado, pues ¡fue el cumpleaños de Ariel!. Hago el mismo comentario que hice el año pasado: qué bueno que ya tenemos la misma edad otra vez, pues aunque «sólo» le llevo 15 días, me siento viejo en estas dos semanas que tengo «un año más», ahora ya estamos parejos otra vez 😉 :P.

Ariel tenía muchas ganas de que fuéramos a las Lagunas de Zempoala y admito, no sin vergüenza, que a pesar de que está a tan sólo 45 minutos de Cuernavaca yo no conocía el lugar (con eso de que no soy muy afecto a la vida campestre) pero por fin lo hice este fin de semana, y allá fuimos. El camino de ida es sinuoso y peligroso, pero yendo a baja velocidad y abusando de la segunda en el carro llegas sin mayor problemas. Hay que ir con mucho cuidado porque es pura subida de ida (y obviamente pura bajada de regreso :P); hay una diferencia muy importante en pocos kilómetros lineales, pues subes de unos 1500 metros sobre el nivel del mar que estás en Cuernavaca hasta unos 2700 m. s.n.m. que, según mi reloj, estábamos en las lagunas.

Decidimos hacer un picnic allá, y nos acompañaron Marco, un amigo de Córdoba, Veracruz que vino a visitar a Ariel por su cumpleaños y Chucho. Tras algunos contratiempos (el escape del carro estaba a punto de caerse y tuvieron que arreglarlo, afortunadamente no tardó más de 45 minutos) y tras pasar al súper a comprar lo necesario para el picnic emprendimos el camino. Al llegar a la laguna (sólo se puede visitar una, a pesar de que originalmente eran once, me parece, por eso el nombre en plural) me detuve un par de minutos a contemplar boquiabierto la belleza del lugar. Es increíble que aún tengamos áreas tan bellas cerca de la ciudad y que además podamos visitar cuando se nos venga en gana. Ojalá que cuidemos esos recursos naturales para que duren muchos años más.

Bajamos las cosas y estuvimos descansando un rato, contemplando el lugar mientras comíamos nuestros sandwiches. Tomamos varias fotos (hay mezcla de fotos entre nuestra cámara y la de Marco) y después de un rato decidimos rodear la laguna para despejarnos un poco y caminar. Ahí junto a la laguna hay varios puestos de comida, así como tiendas de artesanías y quien guste puede montar a caballo. Se puede acampar también y en resumen, es ideal para ir un fin de semana en familia o con amigos y estar en contacto con la naturaleza. El único coraje que hice (siempre los hago, ¿qué no?) es que la gente parece que es idiota o no sabe leer, pues los letreros dicen clara y específicamente: «Por su seguridad está prohibido nadar y pasear en lancha», ¿y qué hace la gente? Claro está, pasear en lancha, por supuesto (no nadan porque el agua está helada. Lo mismo con otros letreros de «no prender fuego, se puede quemar el bosque» y vimos residuos de fogatas por doquier, además, quienes estaban en la lancha más tarde prendieron su fogata :-x. Muy grave también: hay algo de basura tirada cerca de la laguna, siendo que por todas partes hay letreros de no tirar basura y es un parque nacional que deberíamos cuidar. Como dije: la gente es idiota o no sabe leer.

Después de estar un buen rato en la laguna y cuando el frío y la proximidad de la noche nos indicaron que debíamos irnos de ahí, decidimos emprender el viaje de regreso a Cuernavaca. Por la noche Chucho le regaló a Ariel un «Scooby bombero» (uno más para la colección :P) y el nuevo CD de Robbie Williams. Nos preparamos (yo no con muchas ganas) para salir a bailar, pues por la noche era la famosa «white party» del aniversario de Oxygen Disco que cada año hacen. Otra vez, pude comprobar que la edad me pesa más a mí que a los demás, pues no la pasé muy bien porque estaba cansado y alrededor de las 5:30 de la mañana mi cuerpo dijo que ya no más y les pedí que nos fuéramos para descansar. (Sí, ya sé, soy un aguafiestas :P).

Ayer, domingo, vinieron los papás de Ariel y asamos (bueno, asaron, yo no :P) carne y comimos todos juntos. También trajeron un pastel de chocolate muy sabroso y una gelatina que preparó la mamá de Ariel. Le regalaron 3 tazas de… ¡Scooby Doo! (¿No adivinaste? :P) y pasamos un buen rato. Más tarde se fueron sus papás y debimos llevar a Marco a la terminal porque se regresó a Córdoba.

En general fue un fin de semana muy agradable y Ariel se la pasó bien, hizo lo que le gusta para su cumpleaños (así como yo lo hice con el mío) y creo que fue un fin de semana productivo, aunque cansado. Por ahora estoy abusando del hecho de que no tengo que levantarme temprano mañana ;).

Dejo un enlace a las fotos de Zempoala y del pastel. Ahora, ¡a dormir! 😀