Cuba, «La Isla grande», la isla de mi corazón.

Hace exactamente dos años, por estos días, Ariel y yo visitamos por primera vez la isla de Cuba. Como no teníamos idea de a qué nos enfrentaríamos llegando allá, optamos por comprar un paquete «todo incluído» que nos daba 3 noches en La Habana y 4 noches en las playas de Varadero. El paquete se veía muy bien, relativamente «barato», buenos hoteles; en La Habana el Meliá Habana y en Varadero el Sol Palmeras (All Inclusive :-D) e incluía también el viaje redondo por Mexicana y que, por cierto, por alguna extraña razón nos pusieron en primera clase sin cobrarnos extra y nosotros felices.

Claro está, sin meterme a profundidad en el sistema cubano (que no pretendo aplaudir ni criticar), la gente tiene muchas carencias, pero al mismo tiempo cuenta con otras facilidades que nos faltan en países supuestamente «libres». Es evidente que no existe ningún país perfecto.

El viaje en general fue muy «cómodo», pero al estar sólo una semana ahí y con todas las comodidades de un turista, caímos en cuenta que no tuvimos la oportunidad de hacer lo que nos gusta hacer: conocer a la gente, acercarnos a ellos, ver la manera real en que viven y aprender de otras culturas. Sí, claro, nos dimos tiempo de hacer amigos (en Cuba casi todo el mundo es amigable :)) y de esa manera pudimos mantener contacto con ellos para regresar un par de meses después.

Ese segundo viaje que hicimos a finales de diciembre de 2003 y principios de enero de 2004, y el cual incluyó un viaje por auto desde Cuernavaca hasta Cancún, para posteriormente tomar un avión hacia La Habana, lo relataré después pues hay muchos detalles que valen la pena recordar.

Por ahora sólo quería recordar el primer viaje, en donde conocimos a buenos amigos como Geiber, su mamá Ana, su padrastro Ariel, Michel, Denis entre otros. Añoro esos días de vacaciones, de no hacer nada más que levantarse tarde, comer, ir a caminar por las viejas y malolientes calles de «La Habana Vieja», conocer los sitios de interés y conversar con la gente. Por las noches, comprarnos una botella de ron y tomárnosla sentados en el malecón, acompañados de cientos de cubanos y turistas extranjeros que se mezclan sólo para pasarla bien un rato, tal vez para olvidar las penas o para cualquier otro fin. Recuerdo que había algunos músicos ambulantes que tocaban canciones guapachosas, y qué buenas borracheras nos pusimos al ritmo de éstas.

De ese viaje en particular sólo nos quedaron excelentes recuerdos y pocas fotografías, que he puesto en la galería del viaje a Cuba, y buenos amigos con quienes desafortunadamente hemos perdido el contacto pero que esperamos recuperar alguna vez. Sí, octubre fue una buena época para viajar a Cuba, pues no nos tocó ningún huracán y el clima estuvo perfecto. Las playas son espectaculares, como casi todo el Caribe, y añoro estar ahí otra vez, en lugar de atrás de un escritorio y con mil cosas pendientes por hacer.

Me gusta recordar pues me relaja y al evocar esas vivencias casi puedo sentir que estoy otra vez ahí. Creo que una parte de mi corazón, la parte más alegre, se quedó por allá. Pronto regresaré, soñar no cuesta nada ;).